Además de traer angustia, el mensaje anónimo de un vecino obligó a María Yanina Marino a buscar soluciones. Coco, su caniche de tres años, sufría de hiperapego y su vida se transformó en una odisea.

Empezó a buscar información y lo primero que hizo fue castrarlo. 'Fue algo bueno, pero no mejoró en nada la conducta de apego', comenta. Luego consultó a una etóloga, una profesional experta en comportamiento de los animales, que le indicó antidepresivos y 'un millón de ejercicios'.

Ese tipo de recursos -a los que muchos apelan- consisten en simular que el dueño se va de la casa. Por ejemplo, salir cada cinco minutos, vestirse como si fuera a la oficina y no hacerlo, pasar la aspiradora con el bolso puesto, cepillarse los dientes y no irse. 'No me resultaron', explica Yanina con frustración.

Entonces le recomendaron otro etólogo. 'Me dijo que la patología la tenía yo también, que era mutuo. Y que yo prácticamente lo tenía que tratar mal. Nada de mimos, nada de estarle encima, nada de nada', se queja.

Además, le sumó otro medicamento contra el pánico. 'Yo no voy a tener un perro drogado. Un día volví y estaba como borracho. Así que desistí de la medicación', relata Yanina que, incluso, probó tratarlo con flores de Bach, pero tampoco funcionó.

'Hasta que un día descubrí que si la correa la dejo en casa y yo no estoy, él gestiona bien la soledad. De esa forma está tranquilo. El tema es que él no puede verme irme a mí', dice Yanina, más relajada con el asunto.

Lejos de ser un caso aislado, se trata de un problema en alza. 'Se ve ahora, que la gente está volviendo a trabajar', comenta Ricardo Luis Bruno, médico veterinario especialista en comportamiento animal. Asegura que, a diario, le llegan consultas por este tipo de asuntos.

'Lo que más atiendo en este momento, después de la cuarentena eterna, es el tema de los problemas vecinales: cuando el dueño deja solo al animal, empieza a aullar o rompe cosas', sigue el especialista.

 

¿Qué es el hiperapego?

 

'Es más complicado de lo que se imaginan', responde María de la Paz Salinas, médica veterinaria con un posgrado en psiquiatría veterinaria realizado en Francia.

Dice que el hiperapego lo sufren los animales más vulnerables, así como los que parten de una base complicada: perros huérfanos, abandonados, maltratados, separados de la madre antes de los 60 días. 'No se ve en los animales que tienen capacidad de adaptarse', comenta.

Según Salinas, hay tres tipos de trastornos del apego:

Hiperapego primario. "El cachorrito que se ha adoptado te tiene como figura materna. Entonces, estalla cuando te vas. Es un apego único, con una sola persona de la familia", dice la etóloga. Es algo raro, poco frecuente.

Hiperapego secundario. No tiene predisposición por edad, sexo ni raza. Es un vínculo muy fuerte que aparece para compensar un problema de base. Por ejemplo: tengo un perrito con miedo o con ansiedad y, cuando desaparezco, se queda solo ante su problema.

Perros con problemas de comunicación. Está vinculado con la estructura social y el rol de los perros dominantes. "Adaptado a los humanos, nosotros le damos al perro las ventajas de dominancia, pero así como se las damos le decimos que no. Le decimos que organiza, y después le decimos que no organiza. Ese doble mensaje, esa comunicación paradojal, termina afectando y ahí aparece la autonomopatía", dice Salinas.

'Antes convivíamos un ratito y el doble mensaje se lo dábamos un ratito. Pero durante la pandemia les quemamos la cabeza. Y encima nos queremos ir', señala.

Ante la consulta de si puede suceder en los gatos, la respuesta del doctor Bruno es negativa: "Prácticamente no se ha visto. Puede ser que algún gato haya generado algún apego mayor con su propietario, no es que no ocurra, pero en realidad es más una alteración conductual que se da con los perros".

 

¿Quién tiene la culpa?


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'Creo que el hiperapego es un 80 ó 90% responsabilidad del propietario, del humano. Después está la parte genética del animal, que tenga mayor o menor predisposición a ser ansioso', explica Bruno.

Parte de esa responsabilidad humana es asumida por Lucía Alvarado, una joven de Comodoro Rivadavia. 'Cometimos el error de tratarla como un bebé: empezamos a tenerla encima de nosotros, dormía con nosotros, le hablamos con ciertas palabras que no eran adecuadas para un perro', reconoce.

Junto a su pareja, adoptaron a Molly durante la pandemia, cuando no salían. 'Empezó a tomar costumbres que le fueron generando este hiperapego. Llegando al punto de que no puedo salir a tirar la basura porque llora de manera desgarradora, como si estuviera en peligro', cuenta Lucía.

'Es más conmigo. Yo voy al baño, Molly va al baño conmigo. Me estoy bañando, ella me está mirando. Duerme encima de mi los primeros 10 minutos y después se pone en el medio de nosotros, porque sino no duerme. Con los niños es celosa: quiere ser ella la única', afirma.

Su veterinaria le recomendó a una especialista en psiquiatría animal, y está esperando el turno para consultarla. Mientras, acudió a recursos como dejarla sola cinco minutos o ir dar una vuelta manzana y volver. Pero no funcionaron.

Claves para despegarse

El doctor Ricardo Luis Bruno da varias recomendaciones para las familias con este problema:

1) El tratamiento tiene mucho que ver con el manejo que tiene que hacer el dueño, que es distinto a lo que le sale. Hay gente que lo reta y otra que lo abraza para calmarlo. Ninguna de las dos cosas es lo mejor. Lo mejor es empezar a ignorar la conducta.
 

2) Sin medicación, el tratamiento no tiene ninguna posibilidad de éxito. O sea, la utilización de ansiolíticos, de distintos tipos, es fundamental.
 

3) Aumentar la ejercitación con el animal. Sacarlo mas a caminar, en la medida en que se pueda.

4) Cuando salimos de casa, dejarle juguetes interactivos basados en que el animal tenga que pensar cómo puede hacer para sacar la comida de adentro.

5) Al estar en casa, no estar tan pendiente de él. Uno no puede generar un desapego con alguien cuando uno no está. Se genera estando con ese individuo y no prestándole atención. El animal tiene que ir habituándose a tener que soportar la ansiedad de quedarse solo.

 

Fuente: La Vanguardia


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